Este verano vi la película “Alma Salvaje”, basada en el libro homónimo de Cheryl Stayed y que narra, en primera persona, la experiencia que tuvo Cheryl a los 26 años cuando decidió recorrer en solitario durante tres meses el Sendero del Macizo del Pacífico desde el desierto de Mojave hasta Portland.
Durante el trayecto va recordando momentos de su historia (una joven con muchas experiencias, algunas de las cuales se pueden considerar bastante duras), entrando poco a poco en su interior, escuchándose, reconociendo y aceptando sus propias emociones ante los diferentes acontecimientos de la vida y así a lo largo de 4.285 km descubre quién es ella y llega a comprender que las cosas son como son y que no podían ser de otra forma.
Su viaje la lleva a comprender que es gracias a lo que vivimos que nos vamos constituyendo como la persona que somos.
Al final de su trayecto cuando llega a su destino, después de algunas vicisitudes y de experiencias magníficas (encuentros estupendos, paisajes que alimentan el alma, etc.) la protagonista se declara “Salvaje”. Dice algo así como: ”Ahora sé que soy Salvaje”. Es decir, que ha comprendido que:
¿Qué significa ser salvaje en la vida?. Sentirse libre, vivir el aquí y el ahora.
O lo que es lo mismo, sentir que el final de un paso, de un momento, no es más que el comienzo de otro y que si nos aferramos a uno en particular resistiéndonos para que no acabe nunca dejamos de fluir con la vida que no es más que una sucesión continua de momentos, buenos, regulares o malos. Depende de la actitud que tengamos en cada momento, de nuestra capacidad para aceptar el cambio que logremos el arte de fluir con la vida.
Lo que sentí en el instante en que la película terminó es que yo también quiero ser SALVAJE. Me vinieron a la cabeza todas esas familias con niños, adolescentes y jóvenes que día a día van lidiando con lo que la vida trae (conflictos entre padres e hijos, preocupación de los por su bienestar, miedos por su futuro, por su felicidad, etapas de crecimiento que van pasando casi sin que nos demos cuenta, etc.) y comprendí que no hace falta a recorrer el Sendero del Macizo del Pacífico para vivir una experiencia que nos haga comprender cómo de importante es vivir cada día disfrutando y confiando en que podemos superar los malos momentos creciendo como familia y como personas. Vivir estando presentes y conscientes de las risas, los lloros, los gritos, los silencios, las palabras de cariño y reconocimiento, los buenos momentos y los no tan buenos.
Acabo este primer artículo del curso con unas palabras del gran maestro Jorge Llano:
”El momento más importante de nuestra vida lo estamos viviendo ya, aquí, ahora mismo”. “La felicidad no es una meta, es la vida misma, es solo estar vivo. La vida es ser feliz, es amar el mundo como es, con todas nuestras fuerzas: es aceptar la vida con todo, y abrazarla. La felicidad es la actitud despierta y decidida de vivir más allá del miedo, de la culpa y de nuestras vergüenzas y condicionamientos…”
En este curso que se inicia os invito a ser “salvajes” y a fluir con cada latido de vida que hay en vuestra familia, ¿Iniciamos el viaje?
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