Poner límites a los niños y jóvenes es un acto de amor, ya que estos son necesarios para que aprendan a adecuar sus respuestas instintivas y emocionales. Los padres deben decidir dónde ponen el límite. No existe un punto correcto, se establece en función de lo que cada uno considera más oportuno.
Este verano visitando la ciudadela de Quebec en Canadá presencié una divertida escena que me hizo reflexionar sobre los límites.
Un llamativo soldado inmóvil hacía guardia delante de su garita cuando, de repente, una niña de unos 4 años aproximadamente se acercó toda curiosa y empezó a tocarle con su manita. Primero tímidamente y después con un poco más de empuje, para a ver si conseguía hacerle mover un pelo. Ella iba tocando y nos miraba a todos los que, sonrientes, nos deleitábamos con la divertida escena (me imagino qué tensión el pobre soldadito con su sombrero a lo Bobbie inglés). Como los niños nunca tienen bastante, la situación se alargó un ratito y no aparecía ningún adulto que le dijese lo más mínimo a la “intrépida niña”.
En ese momento pensé que estaba muy bien dejar que ella explorase y curiosease, pero ¿dónde estaba el límite?. ¿Cuánto rato era suficiente? .
Experimentación y límite van de la mano, ¿cómo encontrar el equilibrio?
¿Te has encontrado con tus hijos en alguna situación similar? Y tú, ¿qué opinas?
No se trata aquí de hacer un tratado sobre los límites que los padres deben poner a los niños, tan solo una breve reflexión en voz alta.
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El tipo de límite, y cuándo ponerlo, lo determina cada padre y madre (obviamente, mejor si es consensuado por ambos)en función de las características de cada casa. Así que decide tú mismo/a, con tu sentido común. Nadie mejor que tú sabe lo que es conveniente para tu hijo/a.
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Los primeros límites. Hay que empezar a ponerlos ya desde edades tempranas. Si quieres empezar a poner límites −por ejemplo a los 8 años− sin haberlo hecho antes, te va a costar… y no digamos ya en la adolescencia. Una introducción del primer límite se puede hacer cuando son bebes, a partir de los 6/7 meses, por ejemplo. En vez de tenerle todo el rato cogido en brazos, puedes dejarle que esté unos cuantos minutos solo jugando, en el suelo, o en la trona…esto es una introducción al primer límite.
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Estar centrados para mantenerse firmes. Cuando te decides a poner un límite debes mantenerte firme y seguro, si no es así difícilmente te tomarán en serio.
Para centrarte, nada mejor que respirar y estar tranquilo. No te dejes llevar por los nervios. Si hay mucha “pelea” en tu casa, ¡alerta!, puede, tal y como contaba en el post “familias al borde de un ataque de nervios”, que estéis estresados.
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No pongas límites en función de tu estado de ánimo. Si los pones porque estás molesto/a, enfadado/a, triste… o porque has tenido un mal día, te costará mantenerlos.
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Cada niño es un mundo. No todos los niños son iguales ni necesitan los mismos límites. Observar qué necesita cada uno de tus hijos es un arte que está a tu alcance. Tú les conoces mejor que nadie.
Ser madre o padre no es nada fácil y, por ello, mereces todo el respeto y valoración (empezando por ti mismo/a).
Parte de tu rol como padre o madre es ser un/una “pesada”.
Por último, un guiño divertido por si necesitas sentirte poderoso/a para poner límites, por gentileza de Coca-Cola (sin ánimo de hacerles publicidad) :
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