En realidad existe bastante confusión y aunque conceptos como “gestión de las emociones” o “inteligencia emocional” están habitualmente en nuestro vocabulario.
Cuando hablamos de gestión emocional en realidad estamos hablando de “REGULACIÓN EMOCIONAL”. Las emociones no se gestionan como si fuesen “asuntos o cosas”, como mucho podemos aprender a distinguirlas y a regularlas.
Lo básico es saber que todas las emociones son importantes y necesarias, no hay buenas o malas emociones (lo que hay son emociones con buena o mala prensa).
Cuando hablamos de regulación nos referimos a poder manejar la intensidad de las mismas, es como si tuviéramos grifos para cada una de esas emociones que podemos abrir más o menos para que nuestras emociones suban o bajen la intensidad según necesitemos. Si el grifo está cerrado y nunca tenemos determinada emoción seguro que en un momento u otro nos causará desequilibrio (porque como ya hemos dicho todas son necesarias para adaptarnos a la vida y a las circunstancias que esta nos trae), si el grifo lo tenemos abierto completamente sin control puede que la emoción nos desborde, lo cual tampoco acaba de ser la situación idónea para nuestro bienestar.
El mundo de las emociones es muy complejo, puesto que podemos hablar de emociones primarias (son las más instintivas) las que aparecen en situaciones que nuestro cerebro percibe como se supervivencia (el miedo, la ira, la tristeza, la alegría, el amor, el asco) y luego todo un mapa de colores de emociones más elaboradas como la vergüenza, la culpa, la curiosidad, etc.
Lidiar con esta complejidad no siempre es fácil.
Si hablamos de Inteligencia emocional, nos referimos a la capacidad que tenemos reconocer las propias emociones, poderlas regular, manejar las emociones, reconocer las emociones de los demás y establecer relaciones positivas con otras personas.
Es importante pues adquirir el máximo conocimiento posible sobre las emociones, dónde y cómo se manifiestan en nosotros y a qué nos conducen.
Cuándo las emociones duelen.
Algunas emociones, si se manifiestan en un alto grado y de manera continuada pueden causarnos sufrimiento, puesto que los estados emocionales nos llevan a un tipo d conducta u otra.
Las más habituales son:
Tristeza A veces los problemas de la vida nos traen una tristeza profunda que conocemos como depresión. Cuando estamos deprimidos entramos en un bucle en el que nos es difícil salir (esta emoción va de la mano con la rumiación, pensar todo el rato sobre lo mismo, de forma insistente, una y otra vez sin poder evitarlo aunque queramos), nos sentimos faltos de energía, sin ganas de nada.
Miedo. Gracias al miedo estamos vivos, pero este a veces es tan grande que nos paraliza y no nos deja actuar como querríamos. Otro miedo importante es el miedo anticipatorio, este nos genera ansiedad y en los niveles más altos a los ataques de pánico.
Rabia Como hemos dicho todas las emociones son legítimas, la rabia nos sirve para activarnos, para emprender nuevos proyectos, pero cuando nos desborda o no sabemos canalizarla de forma adecuada nos genera malestar. Por ejemplo en los niños y adolescentes las rabietas, los enfados que se hacen poco sostenibles, en adultos ese estado que nos mantiene siempre alerta, en tensión, generando malas relaciones interpersonales. Es importante averiguar qué se esconde detrás de la rabia y aprender a canalizarla de formas saludables (tengamos la edad que tengamos).
Qué hacer.
Cuando tenemos un gran malestar emocional y no hemos podido solventarlo con nuestros propios recursos es un buen momento para buscar ayuda profesional. Cada situación requiere una intervención psicológica determinada, no es lo mismo sufrir por depresión que por rabia, o por un poco de todo (que también puede ser).
Lo más importante es tener en cuenta que cada uno de nosotros vive las situaciones que nos trae la vida de forma diferente (y la forma en que cada uno siente su vida es tan válida como la de cualquiera), por tanto buscar acompañamiento de un profesional que no te juzgue, que valide lo que sientes y que te ayude a descubrir qué otros caminos puedes tomar para salir de esta situación en la que te encuentras es fundamental.
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¿Cómo se hace una sesión?
Normalmente una sesión tiene una duración de una hora aprox, en la cual se mantiene una conversación en un ambiente de confianza y total respeto y preservando la intimidad del cliente. En ella se irán poniendo de manifiesto cuáles son los conflictos a resolver y con qué herramientas cuentas.
¿Cuánto dura un proceso de acompañamiento para lograr la regulación emocional?
No hay un número de terminado de sesiones. Dependerá de cada persona. En general, nos movemos entre 4 y 10 sesiones. Tan pocas o tantas como sea necesario, cada persona determina el inicio y el fin del proceso.